Hay varias metáforas que definen a la escuela, como son la escuela como organismo, como fábrica, como comunidad y como ecosistema.
En mi reflexión me voy a centra en la escuela como fábrica. En la fotografía podemos ver una escuela que se asimila a una fábrica, en la que se realiza un proceso de transformación con los alumnos, pero ¿a qué precio se produce este cambio?
En la imagen podemos ver la escuela como un sitio austero en el que no hay sitio para la libertad, la diversidad y la creatividad. Es un sistema cerrado de educación en el que personas ajenas tienen restringida la entrada, porque es un lugar de adoctrinamiento, en el que todo se basa en un ideal de seguir unas normas rígidas sin saltárselas en ningún momento. Con esto se persigue un tipo de alumno que no sea capaz de pensar por sí solo, que no destaque en nada y que sea fácil de convencer en los ideales que interesa a los “encargados”. Los alumnos que destacan o que no son fáciles de convencer son desechados porque no interesan, ya que piensan por sí solos y para este sistema educativo no encajan para poder servir en la sociedad como buenos ciudadanos.
No estoy de acuerdo con este sistema de educación, en mi opinión la educación tiene que ser libre y que el alumno sea capaz de pensar por sí solo para poder equivocarse y poder aprender de los errores. Necesitamos caernos para aprender a levantarnos, y con la educación pasa lo mismo, necesitamos investigar y aprender a nuestra manera y si es equivocada darnos cuenta y aprender con nuestros propios errores. Necesitamos una educación en la que exista la diversidad, en el que podamos destacar, para poder así ayudar a la sociedad, para que no seamos muñecos moldeables por los demás. Poner en marcha nuestras propias ideas para poder innovar y para demostrar que no sólo somos actores secundarios, que nos sentamos y aprendemos la lección. Sino que podemos ser los actores principales y ayudar en el desarrollo de nuestro aprendizaje.
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